Monday, April 14, 2008

Un Día Sobre Rieles (esqueleto de un borrador)



Paulina estaba en la cocina cuando escuchó la noticia. Un tren fuera de control había chocado contra el andén. y se había salido de la estación de “Caballito”. En su loca carrera no había atropellado a nadie, gracias a que cerca de la media noche hay muy poca gente en la esa zona. Sin embargo, la imponente mole de 200 toneladas había frenado cerca de la principal arteria de la ciudad y la había cortado. Tardaron dos días en sacarla de allí. El atasco en el gran Buenos Aires se recuerda hasta el día de hoy.

Paulina tenía entonces cinco años. Ya han pasado treinta y cinco de aquello.
Hoy ella es una de las primeras maquinistas de ferrocarriles de la empresa estatal, la cual se está cayendo a pedazos y parece que nadie hace nada por evitarlo. La imagen de la locomotora sobre la calle le impactó mucho. Hoy es miembro del comité de empresa que trata de reposicionar el ferrocarril como un medio de transporte masivo.

Oscar tuvo al principio una infancia feliz. Su padre era el jefe de estación de Temuco, ciudad del sur de Chile. Durante años tuvo la suerte de vivir tiempos de esplendor ferroviario. En el currículo de su padre se destacaba “Ingeniero de Ferrocarriles de Estado “, como quién había hecho un MBA en la Universidad de Harvard o Yale. Sin embargo su recuerdo del ferrocarril era muy duro. La mole de metal se había llevado una pierna de su hermana menor, Ximena, y con eso, las ilusiones de una vida que se dibujaba gloriosa a los doce años. Ella nunca lo pudo superar. Hoy es empleada de monitoreo de la estación de Temuco. Pobre y sin futuro, hundida en la depresión. Oscar la visita una vez al mes desde Santiago, y nunca ha vuelto a usar el tren.

Senyei vive en Mumbai. Es profesor de tabla, el instrumento de percusión sagrado, que sólo se puede tocar descalzo y sentado directamente en el suelo. Para poder vivir viaja por toda la India, impartiendo clases del instrumento. Para ello utiliza los trenes regionales casi todos los días. Cuando pequeño tocaba tabla en los vagones para ganarse la vida. Hoy se siente dentro del ferrocarril como en casa.

Juan Ignacio vive en Madrid y trabaja en las obras del Tren de Alta Velocidad español. Cuando piensa en trenes, piensa en equipamiento de alta tecnología, con sistemas redundantes de seguridad, con potencia suficiente para sobrepasar los trescientos kilómetros pos hora. Juan Ignacio, cuando piensa en trenes, piensa en un jet sobre rieles.

Esa mañana, Senyei había salido como de costumbre a tomar el tren que lo llevaría hacia su próxima ciudad. Esta vez era Dheli. Sus alumnos lo esperaban para ver una clase magistral junto al gran Trilok Gurtu. Cuando llegó a la estación percibió un alboroto en los negocios aledaños. La gente se agolpaba frente a los televisores y sus ojos observaban incrédulos lo que veían. Dos torres enormes que estaban en la ciudad de Nueva York se habían desplomado.

Oscar al ver lo que pasaba llamó inmediatamente a su hermana, ya que Raúl, el novio de Ximena, estaba estudiando un postgrado en la Universidad de Columbia. Ximena no contestaba porque los teléfonos en Temuco, y en general en el mundo estaban colapsados.

Es por ello que los sistemas de seguridad del AVE a Sevilla no estaban funcionando correctamente. La señal GSM no era muy buena y no estaba diseñada para estas situaciones de congestión en las comunicaciones.

Paulina no fue capaz de interpretar la falta de seguridad de esa mañana como algo peligroso. Su tren corría a la vieja usanza, con observadores ubicados a la lo largo de la vía que otorgaban el derecho de paso a lo trenes, según la comunicación entre ellos por radio. Pero esa mañana todos estaban viendo las torres desplomadas por televisión, confiando que alguien mas estaría en las vías.

El tren salió en dirección a Dheli como de costumbre, con pasajeros colgando en las puertas y ventanas. El jefe de estación, como siempre, miró hacia otro lado al otorgar la autorización de salida del tren. Algo que el padre de Oscar y Ximena no habría hecho jamás, ya que la seguridad de los pasajeros estaba en juego. Ximena había caído del tren en una situación como esa.

Senyei iba solfeando mentalmente un ritmo de tabla que quería mostrar ese día a sus alumnos. El ritmo del tren hacia el contrapunto. El impacto con el tren que venía en dirección contraria marcó el finalle.

Raúl fue el primero en salir. El vagón del metro en que él viajaba era el último del convoy. Estaban cerca de la estación Wall Street, y lo único que podía ver era una pared de humo que obstaculizaba el túnel. Ayudó a unos cuantos a salir.

Senyei no pudo salir. El viajaba en el primer vagón, siendo impactado directamente. Pero sin embargo sobrevivió. Y estaba milagrosamente en buenas condiciones.

Paulina, que conducía la locomotora, cuando vio el accidente inminente alcanzó a saltar. Después corrió hacia los primeros vagones, los más afectados, para ayudar a los sobrevivientes.

Juan Ignacio llegó en aquel momento. El equipo de rescate con base en Atocha se abalanzó a través del túnel, encontrando los primeros daños a pocos metros de la boca de este. Alcanzó a divisar a la conductora que sacaba a un ciudadano de aspecto indio desde dentro del primer vagón. Este solo gritaba por recuperar un extraño instrumento de percusión que llevaba. La conductora le prometió cuidar de este con lo que por fin el hombre se tranquilizó y se quedó dormido producto de los sedantes.

Desde la estación Ximena intentaba monitorear con los pobres instrumentos de la estación Temuco. La información era contradictoria. Además, por algún problema en las comunicaciones, le llegaba en varios idiomas. Incluso le pareció entender algo en un idioma asiático. En ese momento Oscar logró comunicarse con ella. Ximena hasta ese momento no sabía nada de lo ocurrido en Nueva York, ya que el accidente en el túnel de Conguillio la tenía totalmente absorta.

José Ignacio ya tenía un listado de los pasajeros ya que en el AVE es necesario identificarse para poder viajar en el tren. Como era de esperar, había pasajeros de todas las nacionalidades. Los primeros eran Paulina Contreras , conductora, de nacionalidad argentina. Resultó ilesa. Raúl López, chileno residente en Estado Unidos, herido de carácter leve. Senyei Banadarama, indio en estado muy grave. Sería llevado en helicóptero al hospital más cercano.

Ximena recibió un fax con el listado de pasajeros y ordenó los servicios de rescate y transporte. En un momento de descanso recibió un mensaje de Nueva York. Raúl estaba herido pero leve y ya estaba en casa. De pronto recibe una llamada de un helicóptero.

José Ignacio le ordenó al piloto que informara que el herido estaba muy grave que requería ser atendido cuanto antes. Que tendría que ser en la unidad de emergencia que había en la estación de ferrocarriles.

Ximena esperó en la explanada, y vio al indio cuando lo bajaban de la aeronave. Estaba en coma. Los paramédicos se esforzaron por salvarle.

José Ignacio volvió al lugar del accidente a evaluar los daños. La locomotora Siemmens estaba bastante dañada pero se salvaría. Las ferrovías no habían sufrido mucho. Por suerte el accidente fue nada mas salir de la estación de Atocha. El tren iba muy lento.

Senyei despertó por un momento y vio a unos doctores que hablaban inglés con acento americano que lo trasladaban al Medical Center de Wall Street. Alcanzó a ver los edificios que se habían venido abajo, y mucha gente manchada por toneladas de polvo. Y volvió al estado de coma. Mientras dormía pensaba en Ximena, José Ignacio, Oscar Paulina, y Raúl. Se alegró porque todos estaban bien. En el último momento vio una vaca fuera del vagón y un niño que le robaba los zapatos. El aún estaba dentro del vagón y estaba solo.

En realidad, ya no estaba.

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